lunes, 5 de septiembre de 2011

El puente.

Miraba de un lado a otro,esperando quizá ver a alguien, pero no, allí no podía haber nadie.
Se encontraba parado ante el inmenso abismo y el que un día fue un majestuoso puente colgante de madera, no sabía como había llegado a ese lugar, cuando, ni siquiera sabía exactamente donde estaba. Comenzó a mirar hacia el otro lado del puente, no podía ver nada pues una densa niebla le tapaba por completo la vista de cualquier cosa que pudiese haber a otro lado del largo puente.
Se disponía a cruzar el puente, cuando de pronto se paró en seco.Inspeccionó el puente más de cerca ,y, de repente se acordó de donde estaba.Se encontraba en el gran puente donde años atrás había conocido a su ahora difunta esposa. Miró con nostalgia hacia el frente, y al hacerlo empezó a recordar todos los bellos momentos que junto a esa mujer vivió y disfrutó.
Recordó como se conocieron, una mirada tímida, en medio del puente, que en aquellos tiempos estaba en mejor estado que el actual. Recordó su oscura melena llena de brillos y pequeñas hojas que se la habían enganchado por el fino aire, también le vino a la memoria su mirada, de un verde intenso, eso y su sonrisa grande y blanca fue lo que le enamoró. A simple vista no había sido nunca una chica hermosa, ni una belleza exótica, había sido una muchacha rellenita con pequeñas arrugas en la comisura de los labios, por reírse tanto pensaba siempre que la recordaba. Una muchacha alegre a la que nunca le había importado lo que pensasen de ella. A veces él se había preguntado como una mujer tan maravillosa se había podido enamorar de él. Él siempre había sido un chico delgado, incluso enclenque al que por lo general le interesaban más los libros que la diversión de ser adolescente. Todo el mundo siempre había dicho de él que nunca se divertía y que nunca conseguiría ninguna mujer que le amara siendo de ese modo. Ahora era el momento en el que se reía, se reía de todos aquellos que se burlaron de él, pues estaba seguro de que había conseguido ser el hombre más feliz del mundo. Pero todo tiene un final, algunos son felices y otros son amargos.
El hombre sin darse cuenta se había adentrado hasta la mitad del cochambroso puente. Su espalda encorvada crujió provocando le un intenso dolor que le recorrió la espalda desde la altura de los riñones hasta el foramen magno. Sintió que se derrumbaba allí, en medio del antiguo y desgastado puente.
Cayó de rodillas y oyó como el mohoso puente se desquebrajaba aun más, sintió la madera fría en sus débiles rodillas, se le mojaban los pantalones allí donde la tela rozaba con la superficie cubierta de moho. Sintió que algo le presionaba el corazón, levantó la vista y notó un escalofrió que le recorría el cuerpo desembocando en una sensación de alivio. Allí estaba, ella, con su fina melena castaña, con sus grandes ojos verdes, pero, había algo diferente en ella, no sonreía, su amplia y hermosa sonrisa había desaparecido por completo. Ademas de que su sonrisa brillase por su ausencia, notó que no era igual que como la ultima vez que la vio, era joven de nuevo y llevaba puesto un largo vestido blanco. En seguida lo comprendió, había venido para irse, pero no para irse de nuevo ella sola, si no para llevárselo a él con ella. Ya no le dolía nada, todas sus molestias y achaques habían desaparecido. Se puso en pie y entonces ocurrió, ella sonrió y le dio la  mano. Cerró los ojos y comenzó el viaje junto a ella, un viaje nuevo junto a la mujer que en vida amó y por siempre seguirá amado. Porque es mejor haber amado y perdido...

2 comentarios:

  1. Es tan precioso y tan triste a la vez... En serio, me encanta, la forma que se describe a la amada, cómo al final se reencuentra con ella y se van juntos, confiados en que ya nada podrá separarles jamás... Irene... Me ha encantado.

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  2. Oh! a mi me gusta tu comentario :D

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