jueves, 8 de diciembre de 2011

El faro.

Oyes un susurro que te estremece, te revuelves sobre una superficie blanda y plana, es incomoda, te llevas la mano a la cara y notas arena. Abres los ojos, ves un cielo gris frente a ti, te incorporas. Estas sentada sobre arena, delante ahora tienes el mar, turbio y gris como el cielo. No ves el Sol por ninguna parte, solo nubes.
Te levantas despacio para no marearte. Te sacudes las manos en el vestido, un vestido largo que te va arrastrando por la arena. Es gris igual que el resto del paisaje.
Empiezas a caminar y te das cuenta de que vas descalza, las conchas se te clavan en la planta de los pies. Es un dolor agradable. Tienes frío, una fuerte brisa te ataca de frente, echa tu cabello color fuego hacia atrás, la humedad del ambiente te empapa el rostro, o quizá es una espesa niebla que se empieza a levantar.
Según vas caminando empiezas a vislumbrar una pequeña luz parpadeante en el horizonte. Echas a correr, las conchas parecen ya pequeñas agujas clavándose en tus pies. Sientes el corazón en la garganta por culpa de la carrera, cuanto más corres más lejos parece estar la luz, sientes que vas a vomitar los pulmones, que si paras revientas así que sigues corriendo a pesar de no poder más con tu alma.
Para no caer te vas levantando el vestido, con la humedad se hace cada vez más pesado, tienes una pelea invencible con las telas hasta que ocurre, pisas los bajos del vestido, tropiezas y caes al suelo. El golpe lo recibes con las rodillas y sobretodo con la barbilla. Te incorporas haciendo fuerza con los codos. Notas el dolor en toda la mandíbula. Al caer te has mordido el labio inferior y notas la sangre, no es una gran herida y solo tienes un pequeño corte. Te levantas el vestido para analizar daños en las piernas. Solo tienes las rodillas doloridas, no hay sangre.
Te pones en pie, la luz sigue luciendo a lo lejos, tu corazón se va tranquilizando poco a poco. Intentas adivinar de donde viene la luz que parpadea entrecerrando un poco los ojos, pero no ves nada.
Caminas de nuevo hacia la luz, esta vez más despacio. > Estoy muerta< piensas, es la única explicación razonable que se te ocurre para explicar la luz.
No sabes que haces en una playa desierta, no sabes quién te llevó allí, piensas que sola no pudiste llegar, pero sola estás.
Parece que la luz si se acercaba esta vez.
Por fin llegas. Un gran muro de piedra se alza ante ti. Miras hacia arriba y ves la luz, girando sobre tu cabeza.
> Un faro< ahora todo cobra sentido, la luz era la de un faro.
De lejos empiezas a oír los graznidos de las gaviotas. Te giras e intentas buscarlas. La niebla sigue siendo muy densa. Te sientas con la espalda apoyada en el muro de piedra del faro. Metes la cabeza entre las rodillas, aún sientes el dolor en la boca, miras al frente...frente...
Te has quedado sin ideas. Ya no sabes como continuar la historia, has escrito sobre una chica perdida en una playa ella sola, se cae y ... ¿Qué? nada porque ya no tienes más ideas. Tienes una mente enrevesada, demasiado compleja, la has exprimido demasiado para crear hasta donde tienes, pero ya has gastado todos tus recursos. Te levantas de la silla negra del estudio, sales por la puerta y te vas al salón. Te tumbas en el sillón declinable que está junto a la estantería. Enciendes la tele y cierras los ojos. Piensas que si te duermes, alomejor sueñas con un final para tu historia, una historia con principio, pero sin final.
Mentalmente repasas el relato..." Oyes un susurro que te estremece, te revuelves sobre una superficie blanda y plana..."