jueves, 8 de diciembre de 2011

El faro.

Oyes un susurro que te estremece, te revuelves sobre una superficie blanda y plana, es incomoda, te llevas la mano a la cara y notas arena. Abres los ojos, ves un cielo gris frente a ti, te incorporas. Estas sentada sobre arena, delante ahora tienes el mar, turbio y gris como el cielo. No ves el Sol por ninguna parte, solo nubes.
Te levantas despacio para no marearte. Te sacudes las manos en el vestido, un vestido largo que te va arrastrando por la arena. Es gris igual que el resto del paisaje.
Empiezas a caminar y te das cuenta de que vas descalza, las conchas se te clavan en la planta de los pies. Es un dolor agradable. Tienes frío, una fuerte brisa te ataca de frente, echa tu cabello color fuego hacia atrás, la humedad del ambiente te empapa el rostro, o quizá es una espesa niebla que se empieza a levantar.
Según vas caminando empiezas a vislumbrar una pequeña luz parpadeante en el horizonte. Echas a correr, las conchas parecen ya pequeñas agujas clavándose en tus pies. Sientes el corazón en la garganta por culpa de la carrera, cuanto más corres más lejos parece estar la luz, sientes que vas a vomitar los pulmones, que si paras revientas así que sigues corriendo a pesar de no poder más con tu alma.
Para no caer te vas levantando el vestido, con la humedad se hace cada vez más pesado, tienes una pelea invencible con las telas hasta que ocurre, pisas los bajos del vestido, tropiezas y caes al suelo. El golpe lo recibes con las rodillas y sobretodo con la barbilla. Te incorporas haciendo fuerza con los codos. Notas el dolor en toda la mandíbula. Al caer te has mordido el labio inferior y notas la sangre, no es una gran herida y solo tienes un pequeño corte. Te levantas el vestido para analizar daños en las piernas. Solo tienes las rodillas doloridas, no hay sangre.
Te pones en pie, la luz sigue luciendo a lo lejos, tu corazón se va tranquilizando poco a poco. Intentas adivinar de donde viene la luz que parpadea entrecerrando un poco los ojos, pero no ves nada.
Caminas de nuevo hacia la luz, esta vez más despacio. > Estoy muerta< piensas, es la única explicación razonable que se te ocurre para explicar la luz.
No sabes que haces en una playa desierta, no sabes quién te llevó allí, piensas que sola no pudiste llegar, pero sola estás.
Parece que la luz si se acercaba esta vez.
Por fin llegas. Un gran muro de piedra se alza ante ti. Miras hacia arriba y ves la luz, girando sobre tu cabeza.
> Un faro< ahora todo cobra sentido, la luz era la de un faro.
De lejos empiezas a oír los graznidos de las gaviotas. Te giras e intentas buscarlas. La niebla sigue siendo muy densa. Te sientas con la espalda apoyada en el muro de piedra del faro. Metes la cabeza entre las rodillas, aún sientes el dolor en la boca, miras al frente...frente...
Te has quedado sin ideas. Ya no sabes como continuar la historia, has escrito sobre una chica perdida en una playa ella sola, se cae y ... ¿Qué? nada porque ya no tienes más ideas. Tienes una mente enrevesada, demasiado compleja, la has exprimido demasiado para crear hasta donde tienes, pero ya has gastado todos tus recursos. Te levantas de la silla negra del estudio, sales por la puerta y te vas al salón. Te tumbas en el sillón declinable que está junto a la estantería. Enciendes la tele y cierras los ojos. Piensas que si te duermes, alomejor sueñas con un final para tu historia, una historia con principio, pero sin final.
Mentalmente repasas el relato..." Oyes un susurro que te estremece, te revuelves sobre una superficie blanda y plana..."

lunes, 3 de octubre de 2011

Ya nada importa...

Enviado por Ana Isabel ta ta tata tachán!!!!!!!!!! he aquí su relato

Sonrisa desgarrada plasma mi rostro de serenidad fingida.
 No importa. Acaricia suavemente el borde de mi barbilla, tratando de despertarme de mi ensueño.
 Delicadamente, como si en cristal me hubiera convertido, temeroso de quebrarme con un brusco
 movimiento, alza mi cabeza. Mi mirada abandona el ruinoso pavimento que me ha servido como
 refugio durante los últimos dos minutos. Levanto la vista, recorriendo su cuerpo pausadamente y me
 detengo en la comisura de sus labios, sus carnosos labios. Finalmente, alcanzo sus enigmáticos ojos,
 sus almendrados ojos, brillando a la tenue luz de la Luna, la reina indiscutible de la noche. Mueca de
 felicidad muestran sus facciones discretamente, atrayéndome hacia sí con lentitud. Un beso, un largo
 pero efímero beso, me regala, me estrecha entre sus brazos, me envuelve como si un manto
 protector se tratase, posa su voz en el umbral de mi oído. No te oigo, quiero gritar con todas mis
 fuerzas, no logro escucharte, no me abandones, no te marches nunca, quédate, solo deseo eso
 como máxima voluntad, como único anhelo de mi ingrata existencia. Da media vuelta, sostengo su
 mano con fuerza, no me dejes sola, te lo suplico, trato de decir, malinterpretando mi lúgubre
 semblante, sella mis labios de forma más duradera y me entrega en el rellano de mi hogar.
 Silenciosamente, se marcha risueño, la soledad se apodera de todo mi ser cuando su figura
 abandona el firmamento. Contemplo por última vez aquel centenario portón, camino con acelerado
 paso hacia donde debía ir, llegando tras recorrer un corto espacio de tiempo. No importa. Ya nada
 importa. Ya no finjo sonrisas, mi serenidad, perdida, aprieto mis ojos con tanta fuerza como se me
 permite, apresurando mi moribunda mano a mis párpados, comprobando la posterior humedad de
 estos traidores acobardados. Ya no está, él ya no está. Se fue hace demasiado tiempo, no volvió,
 sorprendido por la inevitable visita vital. La luz se acerca, me atrevo a dar el paso para desaparecer
 del emponzoñado mundo,desintegrando todo mientras un desagradable chirrido desvanece mi
 materia. Escarlata. Solo queda escarlata. Igual que tú me dejaste, con solo escarlata para las
 inmundas vías engrasadas. No importa. Nos encontraremos cuando caiga de nuevo la penumbra mi
 mundo dormido.

sábado, 1 de octubre de 2011

El cazador y la cierva

Miraba por el ojo de mira de la escopeta, muy seguro de que ese día conseguiría alguna pieza. La temporada no iba muy bien, al menos para él, que fardaba de ser un excelente cazador en bosque.
Caminaba despacio, procurando hacer el menor ruido posible. Las pequeñas ramitas, caídas de los árboles crujían casi en susurros bajo sus botas.Avanzaba con el sigilo de un felino, con el arma ya dispuesta para ser disparada en cualquier momento.
En el bosque daba la impresión de estar él solo, sin nadie más, ningún otro ser humano, que pasease por entre aquellos grandes árboles frondosos.No se oía un alma. Ni siquiera los pájaros parecían atreverse a hacer ruido.
De pronto se paró en seco. Sin hacer ningún ruido, preparó la gran escopeta, pues le pareció haber visto algo moverse entre los arbustos. Así era, una cierva, de pelaje pardo brillante a los rayos del sol que se filtraban entre las copas de los árboles, de orejas finas y puntiagudas. La mejor pieza que había visto jamás, pensó, por un ejemplar así se haría famoso. Su cabeza empezó a divagar entre las posibilidades de riqueza que le daría el animal. Cunado se quiso dar cuenta, el majestuoso animal, ya se había percatado de su existencia, le miraba fijamente a través de los matojos y arbustos, con sus ojos negros de largas pestañas marrones.
El cazador al darse cuenta quiso reaccionar, apuntó con el arma, ya la tenía a tiro pero... no pudo, le era imposible apretar el gatillo, cargó el arma, para intentar tranquilizarse, volvió a apuntar. Esta vez no disparó por curiosidad, curiosidad de que el animal no hubiese huido, a estas alturas, cualquier otra cierva ya habría salido trotando de allí. Esta, permanecía inmóvil mirándole, con aire de superioridad, pensó, pero eso era imposible.
Se secó el sudor de la frente, con la manga de la camisa, dio un pequeño paso al frente, la cierva, levantó una oreja a la vez que levemente la cabeza y empezó a saltar, adentrándose en las profundidades del bosque.
Al verla marcar el cazador corrió tras ella, ya no levaba su arma en posición de ataque, la llevaba cogida por la mitad del tubo del cañón, y la iba balanceando cada vez que daba una zancada.
La cierva corría más que él, pero parecía estar esperándole, como si todo aquello no fuese más que un juego para ella, él sin embargo, empezaba a sentirse agotado. El sudor empezaba a deslizarse por su cara, frío como el hielo y picante en los ojos. La carrera empezó a darle dolor de pecho, deseaba parar pero le importaba más perseguir su premio.
En un acto reflejo, tiró la escopeta al suelo, provocando un ruido de ramas rotas bajo ella, no miró atrás, una fuerza más fuerte que la avaricia le impulsaba a seguir corriendo, a pesar de que estaba claro que no podía más.
Por fin la cierva paró, estaba en el centro justo de un gran blanco en el bosque, el cazador al parar sintió una nausea subirla hacía la boca desde el estomago, la retuvo hasta detenerla.
El bello animal le volvía a mirar fijamente, el cazador comenzó a buscar su arma, se acordó de que la había tirado mientras corría tras la cierva. Una luz resplandeciente le cegó de repente, cuando ceso un poco, se habia olvidado del arma y de la caza solo la veia a ella.
El majestuoso animal de pardo pelaje se habia convertido en una hermosa mujer de castaños cabellos largos. Desde ese momento, decidió olvidarse de la caza, de todo que pudiese dañar a otro ser, la bella mujer le miraba, él no lograba descifrar su cara pero veía cierta desconfianza.
Ella se acercó a él, alargó el brazo y...
Desaparecieron juntos en la deslumbrante luz en el claro del bosque.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Una noche: Final

La miraba todos los días, cuando se acercaba a la tumba del que una vez fue su padre.
Le visitaba todos los días al caer la tarde, con las últimas luces.
Muchas veces me preguntaba , por que solo ella iba a visitarle. Jamás lo entendí.
La miraba todas las tardes esperando que un día se fijase en mi, nunca lo hacía, y, mi corazón gritaba dolorosamente dentro de mi pecho de piedra fría y gris, gris como el cielo que cubría habitualmente este lúgubre cementerio.
Pasaba el tiempo, el invierno llegó.Ella entró de nuevo en el cementerio, cautelosa, como preocupada por si su presencia fuese a molestar a alguien,>a los cuervos< pensé,¿a quién si no?. De repente después de mucho tiempo, me fijé en algo, que causó en mi una gran sorpresa.Su largo cabello rojizo, se había tornado grisáceo, ese brillo llameante, se había transformado en un leve recuerdo sobre un fondo gris plateado. A mi me seguí pareciendo la cosa más hermosa que había visto nunca, ahora con más valor si cabe, pues las cosas antiguas son más valoradas ¿no?.
El corazón me dio un vuelco, cuando de repente ella, la mujer que habitaba en mi corazón, la dueña de mi alma decidió girarse, empezar a caminar, hacia mi. Caminaba lenta, pero decidida a llegar junto a mi.¿ Había escuchado los gritos de mi corazón, realmente me veía, como yo la veía a ella?.
No, estaba claro que no, al llegar al pie de mi altar, se paró, y se agachó despacio y con cuidado de no pisarse el vestido. Nunca supe por que pero al levantarse tenia lagrimas en los ojos. Me miró fijamente, a la cara, cosa que no había hecho nunca desde que aquella noche había entrado en el cementerio con aquel vestido negro que le cubría los pies. Llorando, alzó la mano y la posó en la fría roca, que era mi cuerpo. Nunca había oído su voz antes, al menos no tan clara como esta vez.
"Tan majestuoso, eres ángel caído, que te llevas a los mejores, y dejas a los peores, no se porque lo siento pero es así, me infundes respeto con esas alas tuyas, de piedra gris, alzado en medio del cementerio observas todo cuanto hay aquí, ves el sufrimiento de otros y ni te inmutas, sin embargo, yo te entiendo, has aprendido a no sentir, tanto tiempo solo, con las alas de piedra gris, abiertas y extendidas hacia el cielo. Ofreces la imagen de un dios cuando en realidad no eres más que alguien como yo. Soledad hay en tu corazón si es que tienes, la repartes a los que aún en vida aquí vienen, a visitar a sus muertos, los cuales tu te llevaste, sin preguntar siquiera el parecer de estos. Nadie te ha plantado cara jamás, y, nadie lo hará, porque infundes temor a la vez que respeto, tú, alzado imponente en este frío cementerio. Solo quiero saber una cosa, y la respuesta está en tu corazón tallado en granito, ¿ podrás llevarme a mi contigo?, no quiero quedarme aquí, y que me metan en un sarcófago, que me tapen con arena y, pongan en una piedra, la gran persona que fui, quiero ir contigo, pasear por el mundo del olvido, de tu mano. Poder tocar las nubes del cielo si es que existe, o del infierno, oler el azufre. De que sirve vivir, llorando a alguien como he hecho yo. De nada, pues nadie te recordará a ti.Ahora es tu elección mi ángel caído, llévame o déjame, pero decídete, pues mi reloj se está parando, pronto darán las doce, y pronto caeré sobre la nieve helada, a tus pies."
Ella lo había dicho, quería estar conmigo, mi amor era correspondido.
Un cosquilleo recorrió mi espalda, subiendo por mis alas de piedra, alojándose en la última de las duras plumas. El cosquilleo llegó a la punta de mis dedos, sentía como, si quisiera, podría moverlos.
Algo en mi interior explotó, ella, la dama de negro, de largos cabellos rojos estaba en el suelo, tendida, como dormida, inerte a mis pies, era cierto, había venido como última vez aquí, a ver como su reloj se paraba, sin posibilidad de darle cuerda de nuevo. A lo lejos, me pareció oír un crujido, pero en realidad no estaba lejos, era yo el que crujía, y la explosión de mi interior, si que había tenido lugar. Noté como poco a poco, pero deprisa, mi cuerpo se desquebrajaba, pero no era doloroso, era más bien agradable. En el fondo sabía que era el fin, pero no sabía de que. Un a voz empezó a sonar en mi cabeza > Decídete <  decía la voz, era una voz femenina, la reconocía perfectamente, sabía de quién era y a que se refería.
Tranquilidad, eso sentí de pronto. Solo podía ver una luz intensa delante de mi, poco a poco la luz fue dejando ver una figura, delicada, de mujer, con largos cabellos rojos ondulando con el viento, era incluso más ángel que yo, sin alas ni aureola, no le hacia falta, era hermosa.
"¿Ya te has decidido?" Su voz era más suave que anteriormente en el cementerio, parecía incluso, carente de sentimiento, tal vez solo curiosidad por saber la respuesta a la pregunta. "Te dije que la respuesta estaba en tu corazón ¿ya le has preguntado?"
Me quedé estupefacto, no sabía que responder, mi corazón, golpeaba con fuerza en mi pecho, pero no sabía que quería decir. La miraba fijamente, pero no con miedo ni preocupación, si no con ternura, tenía ganas de besarla, de tenerla entre mis brazos, sentir su cuerpo cerca del mío, ahora podía, ya no era una piedra fría, era real, y ella estaba delante mío, esperando a que yo la hablase.
Me acerqué lentamente, ella no parecía estar molesta, ni asustada, no retrocedió, como pensé que haría, simplemente se quedó quieta, mirándome, esperando una respuesta. Llegué tan cerca de ella como pude, me fijé de pronto de que era joven de nuevo, ella me estaba mirando, sus ojos verdes penetraban en mi con la fuerza del calor solar en verano, en mi interior algo ardía, no podía controlar ya mi cuerpo, ya no era yo su dueño, algo lo hacía por mi, una fuerza superior me empujo a hacer lo que hice, y no lo cambiaría jamás. Alargué un brazo, la sujeté la mejilla y la besé. Lo que llevaba años queriendo hacer, por fin lo hice, y fue mejor de lo que había soñado.Para mi sorpresa ella me devolvió el beso. Sentía un millón de cosas juntas, no sabía que hacer, pensar, sentir...
Una mano se posó en mi hombro, era fina y cálida, suave y delicada, el tacto me gustaba. Ella separó sus labios de los míos con sorprendente delicadeza, sentí, que si lo hubiese hecho más fuerte, se habría roto en pedazos. Un estruendo me sacó de mi ensoñación, realmente algo se había roto en mil pedazos.Yo, la estatua que antes había sido mi cuerpo se había desplomado sobre la nieve del cementerio, ella aún seguía allí, muerta en el suelo.Algo en aquella escena llamó mi atención, los trozos de piedra gris, y granito habían caído de forma que esquivaron el cuerpo. Me sobresalté cuando me fijé en que ella, había contemplado la imagen a mi lado, no se había marchado después del beso, y lo más sorprendente era que me estaba cogiendo la mano.
"Ya me he decidido" le dije sin mirarla, y con voz tranquila, como sabiendo que ella esperaba eso desde el principio. "Te llevaré conmigo, a donde tu desees"
Ella me miró, por primera vez en muchos años de estar observandola , me sonrió, directamente a mi, sin ningún sentimiento amargo, mostraba felicidad incluso.
Por fin estaba junto a ella, y ella estaba junto a mi, los dos eramos felices después de años de tristeza y soledad.
Lo curioso es, que después de oír gritar a mi corazón durante tantos años, ahora lo hace de nuevo, y me parece agradable , porque ahora grita de felicidad y no de tristeza y eso es irreemplazable.
Ahora estaba junto a ella, la mujer de mis sueños y mi corazón grita: " TE QUIERO!

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Amigos = Enemigos

Sonrisas forzadas, las tuyas cuando no estas entre tus amigos de verdad, ¿Quienes son?, nadie lo sabe.
Una noche despertó, congelada de frío, en un rincón de una fría calle de Madrid. La que por el día era una gran calle transitada por docenas de personas ahora estaba vacía. Se sentía sola, nunca lo había estado tanto. No recordaba la última vez que había estado sola, siempre había tenido a sus amigos con ella, pero, ahora no estaba segura de que lo fuesen, sus amigos.
Todo mentira quizá. Miró de un lado a otro, esperando encontrar algo que la inspirase confianza, o por lo menos que le resultase familiar.Allí estaba, el kiosco de la plaza, corrió hacía él, no estaba segura de porque corría pues, en su interior sabía que no encontraría a nadie, ni nada útil tampoco. Una vez llegó a la ventana, se asomó por dentro para intentar ver algo, pero estaba vacío y oscuro, no había nada.
Se giró cabizbaja, y comenzó a andar, el blanco vestido que llevaba puesto le arrastraba por el suelo, se la estaban manchando los finos bajos bordeados con detalles florales en tonos plateados, ahora que lo pensaba, no recordaba haber comprado aquel vestido. Lo miró detenidamente y una vez estuvo segura de que no era suyo pensó, me gusta, antes jamás lo habría admitido, pero ahora todo era distinto.
Al no haber nadie con ella, no tenia que fingir ser lo que no era, podía ser ella misma y admitir que aquel vestido blanco, con los bajos grises por culpa del suelo sucio, le encantaba.
Bajó la vista para mirarse a los pies, con el largo vestido no los veía, así que empezó a andar dando grandes zancadas para poder verse las puntas de los pies. iba descalza, pensó que si alguien la veía pensaría que era pobre, pero no había nadie, decidió darse rienda suelta, de todas formas, ¿quién iba a impedírselo?.
No sentía el suelo bajo sus pies, era como ir flotando, flotando por las calles de Madrid. La sensación era maravillosa, le gustaba, sentía como el aire le acariciaba el pelo y provocaba su lento movimiento hacía atrás, pero, ella no sentía ninguna caricia provocada por ese viento en la cara. Se paró en seco, había llegado a la Puerta del Sol, miró de un lado a otro, aún no se había fijado de que rea de noche.Para ella el día ya no existía, vivía en la más profunda y eterna de las noches. Se miró las manos, hacerlo le recordaba porque estaba sola y esa sensación no le gustaba. Estaba sola porque ya no podía estar con nadie, estaba muerta, era un fantasma. A través de sus blancas manos podía ver el suelo, veía a través de ellas como si fuesen cristal translucido.
La soledad volvió a invadirla, pero esta vez miró al frente y recordó, que antes no había estado mucho mejor, pues, los falsos amigos no la hicieron sentir mucho más acompañada.
Solo recordaba a tres o cuatro amigos de verdad, y, no estaba segura de si atribuirles tal mérito, pues , a la hora de la verdad nadie dio la cara por ella.
Ya se sabe que, los amigos verdaderos se cuentan con lo dedos de una mano.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Sentimientos de una noche de verano.

Ojos abiertos, ya no hay trampas,estoy despierta, piensas,lo sientes todo.Alargas el brazo para coger algo,lo consigues, no es un sueño.Levantas la vista y no estas en casa, aún tienes la mano dentro del bolso, la que has alargado para tocar cualquier cosa, estas con otra persona, tu amiga, te está hablando pero no la estas escuchando, oyes sus palabras pero a tus oídos llegan como ruido, para ti no tienen ningún sentido.Te giras para mirarla, y así decirla que no siga hablando, que es inútil, no la estas haciendo caso. El tren, por fin ha llegado.Arrugas el billete en la mano, está sudorosa, no te gusta esa sensación.Un escalofrío te recorre, la miras a ella, a tu amiga la que todo el día ha estado contigo, hablándote, animándote, haciéndote sentir alguien en el mundo, te mira fijamente, con cara de preocupación, entonces es cuando entiendes sus palabras-lo siento-dice. Entiendes las letras, las palabras por separado, pero no su significado,>¿qué es lo que siente?< , piensas.Vuelve a hablar, esta vez le pones más atención, y dice -No debiste ser tan buena-, la has entendido a la perfección, esta vez las palabras se transforman en imágenes en tu cabeza.Recuerdas el instante en que hablaste con él, en que te llamó para decirte- ¿quedamos?- y ahora tu estas allí, en el lugar donde habíais "quedado", pero él no está. Notas una lagrima caer por tu mejilla, no haces nada para detenerla, no hay motivo para hacer que pare.Un brazo fuerte y sincero te abraza, sientes el cariño de alguien que te quiere a pesar de todos tus defectos y errores.La miras, allí, una vez más está ella, tu amiga la que te anima en los peores momentos, la sonríes, pues, que mejor manera de darle las gracias, que con una sonrisa sincera tuya.
Ya no hay vuelta atrás, ella es ahora la única que te entiende y no confías en nadie más, ni siquiera en ti misma.
De su boca sale una última palabra,-cretino- y una sonrisa incontrolable sale de ti y se instala en tus labios, salados por las lagrimas. Tiene razón, piensas, es un cretino y no te le mereces, pero en el fondo un sentimiento desagradable te está haciendo daño, sabes que le sigues apreciando a pesar de todo, y no puedes evitarlo. Estas a punto de romper a llorar, o de estallar, no estas segura de que llegará antes cuando... Despiertas, nunca hubo tal viaje en tren, ni tal chico que te rompió el corazón, lo único cierto es tu amiga, la que cuando sea por la mañana, te abrazará como todos los días, una rutina que demuestra amor. Al final esas lagrimas no serán derramadas, y tampoco será necesario mencionar a ningún cretino, pues aunque pareciese real, tu corazón está intacto y no tienes de que preocuparte ni nada por lo que sufrir. Sigue siendo feliz

sábado, 10 de septiembre de 2011

El frío invierno

El pelo se le mojaba con la nieve ya cuajada en el suelo. Atrapada en los zarzales, con espinas puntiagudas que se la clavaban en los costados.Las patas delanteras le rozaban el frío suelo con la punta de los dedos, las traseras estaban enredadas en más zarzas. Sollozaba en silencio ante el dolor que las punzantes espinas le provocaban en el cuerpo, no podía moverse, pues al hacerlo era atravesada un poco más por aquellas púas diminutas, cortantes como cuchillos. No era muy mayor, era más bien joven, aun inexperta, lo que le hizo pensar, ¿Por que se adentró sola en aquel bosque oscuro?. Ya nada podía hacer salvo esperar, esperar a que la muerte llegase y se la llevase. La nariz le empezó a picar, no era un picor molesto, si no uno más bien agradable, pensó que se debía a alguna imaginación debida al cansancio de haber estado, probablemente horas luchando por salir de su prisión punzante. Movió la cabeza hacia abajo para contemplar las finas hierbas supervivientes de invierno, que sobresalían en la blanca nieve, pero lo que vio no fueron plantas, vio su propia sangre que le descendía desde donde las púas la herían hasta la gruesa nieve blanca. El contraste de color era hermoso pensó, a pesar de que se trataba de su propia sangra manchando la nieve. Oyó un ruido.La muerte pensó, ya estoy muerta, he llegado a mi fin, mi reloj se ha parado. Cerró los ojos, no quería ver como la gran encapuchada se alzaba ante ella imponente y superior. Una pequeña rama se rompió en el suelo, abrió los ojos.Sorpresa es lo que sintió al ver lo que vio, no era la muerte, ni un ángel, ni un demonio, era un hombre.Se olvidó por completo del dolor que la invadía, se sentía a salvo a pesar de la desconfianza que acompañaba a ese sentimiento. El hombre se acercó, cauteloso, sintió una inmensa necesidad de abrir la boca y morderle, pero no lo hizo. El hombre no parecía querer hacerla daño, él alargó la mano.Ella apartó la cabeza con brusquedad, chilló de dolor pues las espinas de las zarzas se le volvieron a clavar.El hombre la miró con compasión. Estiró el brazo.Fue todo muy rápido ella apenas se esteró, pero en un abrir y cerrar de ojos estaba libre. Volvía a ser una loba salvaje libre.Empezó a correr hacia el interior del bosque cuando se dio la vuelta. El hombre aun seguía allí, contemplandola con asombro.Caminó despacio hacia el hombre y cuando menos se lo esperó, le lamió la cara en muestra de su agradeciimiento y ambos volvieron a sus respectivos caminos solos.

Quién con monstruos...

Quién con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también  mira dentro de ti.

Nietzsche.Enviado por Ana

lunes, 5 de septiembre de 2011

El puente.

Miraba de un lado a otro,esperando quizá ver a alguien, pero no, allí no podía haber nadie.
Se encontraba parado ante el inmenso abismo y el que un día fue un majestuoso puente colgante de madera, no sabía como había llegado a ese lugar, cuando, ni siquiera sabía exactamente donde estaba. Comenzó a mirar hacia el otro lado del puente, no podía ver nada pues una densa niebla le tapaba por completo la vista de cualquier cosa que pudiese haber a otro lado del largo puente.
Se disponía a cruzar el puente, cuando de pronto se paró en seco.Inspeccionó el puente más de cerca ,y, de repente se acordó de donde estaba.Se encontraba en el gran puente donde años atrás había conocido a su ahora difunta esposa. Miró con nostalgia hacia el frente, y al hacerlo empezó a recordar todos los bellos momentos que junto a esa mujer vivió y disfrutó.
Recordó como se conocieron, una mirada tímida, en medio del puente, que en aquellos tiempos estaba en mejor estado que el actual. Recordó su oscura melena llena de brillos y pequeñas hojas que se la habían enganchado por el fino aire, también le vino a la memoria su mirada, de un verde intenso, eso y su sonrisa grande y blanca fue lo que le enamoró. A simple vista no había sido nunca una chica hermosa, ni una belleza exótica, había sido una muchacha rellenita con pequeñas arrugas en la comisura de los labios, por reírse tanto pensaba siempre que la recordaba. Una muchacha alegre a la que nunca le había importado lo que pensasen de ella. A veces él se había preguntado como una mujer tan maravillosa se había podido enamorar de él. Él siempre había sido un chico delgado, incluso enclenque al que por lo general le interesaban más los libros que la diversión de ser adolescente. Todo el mundo siempre había dicho de él que nunca se divertía y que nunca conseguiría ninguna mujer que le amara siendo de ese modo. Ahora era el momento en el que se reía, se reía de todos aquellos que se burlaron de él, pues estaba seguro de que había conseguido ser el hombre más feliz del mundo. Pero todo tiene un final, algunos son felices y otros son amargos.
El hombre sin darse cuenta se había adentrado hasta la mitad del cochambroso puente. Su espalda encorvada crujió provocando le un intenso dolor que le recorrió la espalda desde la altura de los riñones hasta el foramen magno. Sintió que se derrumbaba allí, en medio del antiguo y desgastado puente.
Cayó de rodillas y oyó como el mohoso puente se desquebrajaba aun más, sintió la madera fría en sus débiles rodillas, se le mojaban los pantalones allí donde la tela rozaba con la superficie cubierta de moho. Sintió que algo le presionaba el corazón, levantó la vista y notó un escalofrió que le recorría el cuerpo desembocando en una sensación de alivio. Allí estaba, ella, con su fina melena castaña, con sus grandes ojos verdes, pero, había algo diferente en ella, no sonreía, su amplia y hermosa sonrisa había desaparecido por completo. Ademas de que su sonrisa brillase por su ausencia, notó que no era igual que como la ultima vez que la vio, era joven de nuevo y llevaba puesto un largo vestido blanco. En seguida lo comprendió, había venido para irse, pero no para irse de nuevo ella sola, si no para llevárselo a él con ella. Ya no le dolía nada, todas sus molestias y achaques habían desaparecido. Se puso en pie y entonces ocurrió, ella sonrió y le dio la  mano. Cerró los ojos y comenzó el viaje junto a ella, un viaje nuevo junto a la mujer que en vida amó y por siempre seguirá amado. Porque es mejor haber amado y perdido...

domingo, 4 de septiembre de 2011

Una noche

Cálida como de verano se presentaba aquella noche, era oscura y en el cementerio se oían los frondosos árboles agitarse con el leve aire.Las hojas caían despacio con delicadeza sobre las lápidas que reposaban bajo la luna llena de un color plateado. Yo, erguido en medio de aquel lúgubre pero hermoso lugar contemplaba todo cuanto ocurría, escuchaba todo cuanto sonase, pero no era nada.
Con mis ojos cerrados podía aun así ver lo que tenía delante y también detrás, y todo era hermoso.Había ardillas que recorrían veloces las ramas de los grandes árboles, y cuervos que graznaban, posados sobre las tumbas. No me esperaba que aquella noche sucediese nada fuera de lo normal, pero sucedió.
Como de costumbre, yo estaba de pie, justo en el punto central de aquel misterioso lugar, cuando de repente la verja de la puerta principal rechinó, se abrió despacio, casi con cautela, de detrás suya apareció la punta de un zapato negro, cubierto casi por completo por un largo vestido del mismo color, aunque era de noche pude ver que era de algún material aparentemente suave, terciopelo tal vez.La verja se cerró con la misma cautela que cuando había sido abierta, una muchacha con un ramo de rosas rojas permanecía parada, ante el inmenso cementerio, lúgubre y hermoso, aunque a ella parecía asustarla, a mi me encantaba estar allí. Empezó a caminar, despacio mirando de vez en cuando hacía los lados, parecía estar buscando algo, no, a alguien, buscaba la tumba de alguien.Justo delante mía se detuvo, en la tumba de un hombre anciano en cuyo epitafio podía leerse buen padre, marido y soldado, y también habían puesto RIP en su forma extensa Requiescat In Pace pues aquel hombre, según había oído a sus visitantes otras veces , había sido un gran amante de las lenguas muertas.
La muchacha llevaba una capucha la cual al agacharse para depositar las rosas rojas se le deslizó por la cabeza hacia atrás dejando ver un cabello largo ondulado y rojizo. Incluso bajo el reflejo de la plateada luna podía verse claramente que aquel cabello era de un tono anaranjado intenso con un brillo sobrenatural, o al menos eso me pareció a mi desde el angulo en el que la estaba mirando.
Estaba mirándola tan ensimismado el rojo cabello que no me di cuenta de que la joven había empezado a llorar, no era un llanto desconsolado, si no todo lo contrario, a pesar de estar sola en el cementerio lloraba como si no quisiese que nadie la viese, como si se sintiese observada y la diese vergüenza llorar ante los recuerdos de cientos de personas, o ante las sombras de aquella noche tranquila. Quise acercarme a ella, secarla las lagrimas de si rostro pálido y abrazarla, pero no podía, moverme me era imposible.
Durante un momento maravilloso me había sentido vivo, pero la dura realidad me invadió cuando al intentar moverme recordé que era un ángel, un viejo ángel de piedra alzado en el centro del cementerio para guardar las almas que allí habitaban.
Ella se fue, dejó las rosas y se volvió a colocar la capucha sobre el rojo pelo.Cerró la verja tras de si, dejándola igual que su llegada. Si hubiera podido habría llorado pero de mis ojos no salió nada.
Aquella hermosa muchacha volvía cada semana, con un ramo de rosas rojas nuevo y cada semana la frustración y la pena volvían a invadirme al verla llorar y al dejarla marchar sin ni siquiera poder decirla nada, ni una mísera palabra. Mi corazon decía siempre te amo y a la vez decia adios.