sábado, 10 de septiembre de 2011

El frío invierno

El pelo se le mojaba con la nieve ya cuajada en el suelo. Atrapada en los zarzales, con espinas puntiagudas que se la clavaban en los costados.Las patas delanteras le rozaban el frío suelo con la punta de los dedos, las traseras estaban enredadas en más zarzas. Sollozaba en silencio ante el dolor que las punzantes espinas le provocaban en el cuerpo, no podía moverse, pues al hacerlo era atravesada un poco más por aquellas púas diminutas, cortantes como cuchillos. No era muy mayor, era más bien joven, aun inexperta, lo que le hizo pensar, ¿Por que se adentró sola en aquel bosque oscuro?. Ya nada podía hacer salvo esperar, esperar a que la muerte llegase y se la llevase. La nariz le empezó a picar, no era un picor molesto, si no uno más bien agradable, pensó que se debía a alguna imaginación debida al cansancio de haber estado, probablemente horas luchando por salir de su prisión punzante. Movió la cabeza hacia abajo para contemplar las finas hierbas supervivientes de invierno, que sobresalían en la blanca nieve, pero lo que vio no fueron plantas, vio su propia sangre que le descendía desde donde las púas la herían hasta la gruesa nieve blanca. El contraste de color era hermoso pensó, a pesar de que se trataba de su propia sangra manchando la nieve. Oyó un ruido.La muerte pensó, ya estoy muerta, he llegado a mi fin, mi reloj se ha parado. Cerró los ojos, no quería ver como la gran encapuchada se alzaba ante ella imponente y superior. Una pequeña rama se rompió en el suelo, abrió los ojos.Sorpresa es lo que sintió al ver lo que vio, no era la muerte, ni un ángel, ni un demonio, era un hombre.Se olvidó por completo del dolor que la invadía, se sentía a salvo a pesar de la desconfianza que acompañaba a ese sentimiento. El hombre se acercó, cauteloso, sintió una inmensa necesidad de abrir la boca y morderle, pero no lo hizo. El hombre no parecía querer hacerla daño, él alargó la mano.Ella apartó la cabeza con brusquedad, chilló de dolor pues las espinas de las zarzas se le volvieron a clavar.El hombre la miró con compasión. Estiró el brazo.Fue todo muy rápido ella apenas se esteró, pero en un abrir y cerrar de ojos estaba libre. Volvía a ser una loba salvaje libre.Empezó a correr hacia el interior del bosque cuando se dio la vuelta. El hombre aun seguía allí, contemplandola con asombro.Caminó despacio hacia el hombre y cuando menos se lo esperó, le lamió la cara en muestra de su agradeciimiento y ambos volvieron a sus respectivos caminos solos.

1 comentario:

  1. Es tan tierno... me encanta el relato, creo que de enviar alguno a un concurso ganarías fijo. Por lo menos existen hombres compasivos en tu imaginación. Me ha encanatado.

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