miércoles, 25 de abril de 2012

Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra

 Una serie de imágenes pasan por tu mente, todas te resultan familiares, todas son recuerdos.
 En unas aparecen viejos amigos, todos ya desaparecidos de tu vida, a ninguno volverás a ver...
 Es de noche, está oscuro pero los destellos sonoros que impactan a tu lado iluminan las escenas que ante ti se desarrollan.
 Cierras los ojos muy fuerte, para apartar los recuerdos. Necesitas la mente clara y abierta, no puedes distraerte, no puedes perder la concentración...
 Sientes un abatimiento horrible que te paraliza el cuerpo, algo ha causado un gran golpe, sonoro, y un temblor a tu lado. Ves a algunos de tus compañeros nerviosos, gritan se comunican unos con otros, sus caras expresan miedo, tristeza, como si supiesen que van a perder algo valioso.
 De pronto te das cuenta que no les oyes, sientes el temblor del suelo en tu pecho. Estas tendido en el suelo sin moverte. Te intentas incorporar en un momento de lucidez, consigues quedarte sentado con las piernas rectas, estiradas ante ti.
 Una punzada de temor y dolor apuñala tu pecho al ver el estado de las extremidades. Pensabas >> Decir que están rotas es quedarse corto, están destrozadas<<
 Siguen cayendo grandes resplandores extraños del cielo nocturno, precedidos de un silbido que, con su agudo tono ya anuncian la tragedia, taladrando tus oídos.
 Miras al cielo, grandes aves mecánicas sobrevuelan el nido de arena donde estás refugiado.
 Junto a los metálicos pájaros vuelan globos alargados, parece que supervisen la escena. Ambas criaturas son iluminadas por focos de luz blanca que proviene del mismo epicentro terrestre, al menos desde tu campo de visión.
 Se van buscando luz y maquina.
 Un nuevo temblor te abate y te saca de la ilusión donde te habías sumergido. Ha caído cerca y no te puedes mover.
 Divisas un objeto alargado y de metal, un metal pesado a la vista y frío al tacto.
 Te apoyas la parte trasera de aquel asesino inerte en el hombro, sientes su lomo frío en la cara. Te adaptas a él y miras a través de su mirada. Eres uno con aquel metálico ser infernal. Con un dedo consigues que te obedezca, empiezan a caer hombres ante ti, gracias a tu nuevo amigo frío como el hielo y sin corazón.
 Un nuevo temblor aún más cercano te hace encogerte, provocando que aquel dragón de plomo caiga fuera de tu fortaleza de arena.
 Vuelves a estar solo. tus compañeros han caído o han huido, las piernas te arden y nada puedes hacer para remediarlo. De tus ojos empiezan a surgir lágrimas, Calientes y saladas.
 Te recorren la cara despacio, como si ni tus propias lágrimas quisiesen morir. Se dirigen a tu boca en un intento de volver dentro de tu cuerpo.
 Los pájaros artificiales siguen lanzando desde el cielo sus huevos mortales. Te van a alcanzar, ya no puedes defenderte, ni puedes moverte.
 Cierras los ojos dejando caer las últimas lágrimas. Cuando los abres te cercioras del desolador paisaje que tienes ante ti. No estás tan solo como pensabas. Ante tus ojos miles de cuerpos se presentan tumbados. Todos con la misma expresión de miedo. Parecía que durmiesen y estuviesen teniendo una pesadilla horrible, todos la misma pesadilla. Podría ser así, de no ser por que algunos no habían llegado a cerrar los ojos. Porque todos estaban bañados en barro y sangre...
 Un último temblor hace que caigas tendido de espaldas en el suelo. Miras como malamente puedes tu pecho. Pequeñas astillas metálicas te atraviesan la piel. "Una guerra nunca es agradable" piensas. Unos últimos pensamientos que te habría gustado fuesen más agradables. La metralla te ha destrozado el cuerpo. Notas la boca espesa. Un hilo de sangre te baja por la comisura del labio. Lentamente la vida se te escapa de las manos.
 Las bombas siguen cayendo del cielo, lanzadas como huevos mortales por las aves mecánicas, aviones, oscuros para camuflarse en el cielo nocturno. Los focos te dan en la cara de re filón. No sientes ningún calor ni tampoco frío. Miras al cielo con los ojos dilatados, quien te viese ahora pensaría que miras más allá de las estrellas.
 En un último esfuerzo consigues gesticular una sonrisa. No cierras los ojos y tu piel está pálida, pero la sonrisa de tu rostro rompe con la monotonía de aquella trinchera de sacos de arena llena de almas que buscan la paz arrebatando vidas. Tu la has encontrado, pues los muertos son los únicos que ven el final de la guerra.

Fuerza natural

  Estas mirando al cielo, está gris y el sol está escondido.
  Estas tumbada en una playa, la arena está fría y pequeñas dunas se te clavan en la espalda.
  No tienes pensado moverte, simplemente piensas quedarte ahí, sin apenas respirar, ni pestañear para no molestar al entorno tan pacifico y amenazante que te rodea.
  Se oye desde el cielo un débil trueno. Iba solo, no le acompañaba ningún relámpago.
  Giras la mirada hacía la nube de la que proviene el atroz sonido. Es el primer movimiento que haces en mucho tiempo, casi notas que te ha dolido. Recuperas la posición inicial.
  Estas tumbada, miras al cielo.
  Por tu brazo izquierdo empiezas a notar un cosquilleo, no quieres moverte e intentas ignorarlo.
  El cosquilleo se mueve, << se extiende>> piensas, pero no es así. Se está moviendo y te sube por el brazo.
  Frunces el ceño, sabes que algo va mal. Incorporas la cabeza, al hacerlo el cuello te arde de dolor, como mil agujas clavándose en tu piel.
  Buscas el causante de ese cosquilleo, ignorando el dolor, pero, no es un "ese" sino un "eso". Pequeños granos de arena ruedan por tu piel, siguen moviéndose, pero lo hacen de forma extraña. Se mueven hacia arriba pero a su paso, de la inmensa playa grisácea les liguen otros.
  Empiezan a subirte por las piernas. Ya te han cubierto los tobillos y las muñecas.
  Tu incapacidad de movimiento ya no es voluntaria, de algún modo la arena te aprieta.
  Te llega a la cintura, la envuelve y presiona, hasta el punto de no dejarte respirar.
  Te agobias, forcejeas contra la naturaleza.
  En todo este tiempo no has dejado de mirar al cielo, ni has gritado
  Cierras los ojos, sientes frías las manos pero la cabeza te arde por la falta de oxigeno.
  Ya no respiras, has dejado de forcejear, tu piel se ha vuelto blanca, tus dedos están amoratados.
  La arena afloja su fuerza y empieza a subir recorriendo tu cuerpo por encima de la ropa, formando figuras en espirales y remolinos a su paso, acariciando tu piel fría y pálida. Llegando al cuello, mimando tu barbilla como caricias de alguien cercano, pasando por tus labios ahora rosa pálido. Algunos granos saltaban ya a tus largas pestañas, pegándose, abrazándose a ellas.
  Cubre tus parados y finalmente tu frente.
  Tanto habías deseado ser naturaleza que ahora eres parte de ella.

miércoles, 11 de abril de 2012

Por el cielo...

Soy antigua y eterna, como el fuego y las estrellas.
Soy eterna, si, pues muero y vuelvo a nacer de mi propio ser como el ave fénix.
Para unos pocos soy enigmática y hermosa, con mi cuerpo hago formas imposibles y al mirarme dicen sentir cosas maravillosas.
Para el resto de seres siempre he estado ahí. Viajando por el cielo. A través de las estrellas en la noche, sin pedir nada a cambio pero ofreciendo mi alma para su supervivencia.
Soy agua blanca, soy cielo oscuro, soy animales y cosas, soy....
Por lo azul viajo observando el mundo, sin intervenir más que lo justo, contemplando a todos los seres sobre la tierra y en ocasiones veo como ellos me contemplan a mi.
Soy una nube que vaga sola, sobre desiertos cálidos o fríos glaciares.
Muero para integrarme en el mundo, pues me deshago y bajo al mar, pero siempre regreso al cielo, convertida en vaporoso algodón, condenada a observar siempre desde arriba.
Ahora toca morir... Me sentiré viva durante un momento, un maravilloso momento, luego pasaré de nuevo a ser mil formas y ninguna a la vez....