Sonrisa desgarrada plasma mi rostro de serenidad fingida.
No importa. Acaricia suavemente el borde de mi barbilla, tratando de despertarme de mi ensueño.
Delicadamente, como si en cristal me hubiera convertido, temeroso de quebrarme con un brusco
movimiento, alza mi cabeza. Mi mirada abandona el ruinoso pavimento que me ha servido como
refugio durante los últimos dos minutos. Levanto la vista, recorriendo su cuerpo pausadamente y me
detengo en la comisura de sus labios, sus carnosos labios. Finalmente, alcanzo sus enigmáticos ojos,
sus almendrados ojos, brillando a la tenue luz de la Luna, la reina indiscutible de la noche. Mueca de
felicidad muestran sus facciones discretamente, atrayéndome hacia sí con lentitud. Un beso, un largo
pero efímero beso, me regala, me estrecha entre sus brazos, me envuelve como si un manto
protector se tratase, posa su voz en el umbral de mi oído. No te oigo, quiero gritar con todas mis
fuerzas, no logro escucharte, no me abandones, no te marches nunca, quédate, solo deseo eso
como máxima voluntad, como único anhelo de mi ingrata existencia. Da media vuelta, sostengo su
mano con fuerza, no me dejes sola, te lo suplico, trato de decir, malinterpretando mi lúgubre
semblante, sella mis labios de forma más duradera y me entrega en el rellano de mi hogar.
Silenciosamente, se marcha risueño, la soledad se apodera de todo mi ser cuando su figura
abandona el firmamento. Contemplo por última vez aquel centenario portón, camino con acelerado
paso hacia donde debía ir, llegando tras recorrer un corto espacio de tiempo. No importa. Ya nada
importa. Ya no finjo sonrisas, mi serenidad, perdida, aprieto mis ojos con tanta fuerza como se me
permite, apresurando mi moribunda mano a mis párpados, comprobando la posterior humedad de
estos traidores acobardados. Ya no está, él ya no está. Se fue hace demasiado tiempo, no volvió,
sorprendido por la inevitable visita vital. La luz se acerca, me atrevo a dar el paso para desaparecer
del emponzoñado mundo,desintegrando todo mientras un desagradable chirrido desvanece mi
materia. Escarlata. Solo queda escarlata. Igual que tú me dejaste, con solo escarlata para las
inmundas vías engrasadas. No importa. Nos encontraremos cuando caiga de nuevo la penumbra mi
mundo dormido.
Me ha gustado. La prosa es bastante "romántica", y eso a veces empalaga, pero a mí me ha gustado, francamente. Me alegra descubrir que escribes así...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarJo, no sé que pasa con la entrada. No me deja publicarla. En fin, dicen que a la tercera...
ResponderEliminarHola chicas, por fin he tenido tiempo de pasarme por el blog de Irene (ya te he enlazado en el mío).
Ana: Tu relato me ha parecido una auténtica preciosidad, me ha emocionado hasta la médula ¡me recuerdas tanto a mí cuando era yo! Eso sí, tú escribes mejor.
Sólo espero que sea ficción y que no te halles en ese estado.
Un abrazo para cada una: Irene y Tú y otro para la Patri que la veo por aquí :)
*Me gusta*
ResponderEliminar